Los sistemas educativos dominantes se basan en tres principios—o supuestos—, que son exactamente opuestos a cómo se vive realmente la vida humana. […] En primer lugar, promueven la estandarización y una visión estrecha de la inteligencia, cuando los talentos humanos son diversos y personales. En segundo lugar, promueven la conformidad cuando el progreso y los logros culturales dependen del cultivo de la imaginación y la creatividad. En tercer lugar, son lineales y rígidos cuando el curso de cada vida humana, incluida la suya, es orgánico y en gran medida imprevisible. A medida que el ritmo del cambio sigue acelerándose, construir nuevas formas de educación sobre estos principios alternativos no es un capricho romántico: es esencial para la realización personal y para la sostenibilidad del mundo que estamos creando.
Sir Ken Robinson
—Pero una cosa es creer en la música como un oficio, y otra prometer que salvaremos a un país o a la humanidad con ella—contestó Sánchez.
Pablo Montoya, La escuela de música